Tras
mes y medio de parón en el blog, retomamos de nuevo nuestra cita a
través del ciberespacio y físicamente otra vez en Pemba
para iniciar una II Fase de nuestro querido proyecto. Volví a
Mozambique
hace apenas una semanita y dado que estos primeros días son más
bien de ocupaciones logísticas, organizativas y administrativas
varias, no muy atractivas fotográficamente; pues me vais a permitir
la licencia de que este primer post os lo intente hacer más ameno,
aunque no os detalle aspectos de lo que vamos a desarrollar este año,
que tiempo habrá en los próximos meses.
Y
pensando, pensando que os podía contar/mostrar para que os fuerais
atrapando de nuevo con cómo vivimos por estas tierras del África
austral, pues se me ha ocurrido que antes de nada era enseñaros lo
primero que me encuentro yo cada vez que llego con el último de los
tres aviones tras las 30 horas de viaje que separan Valencia de la
que en tiempo de los portugueses llamaban Puerto
Amelia.
La vista panorámica desde el aire de la península de Pemba, su
preciosa bahía, sus barrios de casas de matope
y macute
(barro
y hojas de palma), sus aguas turquesas y playitas de arena blanca es
un espectáculo tan bonito y embriagador, que casi, casi te inmuniza
con lo que aún te esperará para poder salir del aeropuerto. Casi,
que no todo porque hay que ser consciente de que ya se está en
África y los ritmos aquí, ya se sabe…
Pemba desde el aire. A la izq. la entrada de mar a su bahía, el barrio de Paquite y el puerto.
Porque
si no es suficiente con el cansancio y el sudor acumulado a lo largo
de la ruta Valencia-Madrid-Doha
(Qatar)-Nairobi (Kenia)-Dar es Salaam (Tanzania)
pues aún tendrás que aguantar unas dos horas más dentro del
minúsculo edificio del aeropuerto de Pemba, por supuesto sin aire
acondicionado y a más de 30 grados, en diversas colas que si del
visado, que si de sanidad-vacunación, que si migración y
declaración de aduanas, que si recogida de equipaje,
supervisión/control de equipaje (a mano e individual, maleta por
maleta, nada de escáner)… Total, que cuando llegas en el avión es
tarde luminosa y cuando sales es ya noche cerrada; pero bueno sales
y, tema importante, no te han perdido ninguna mochila, ni te han
requisado nada. ¡Bien!
Aeropuerto de Pemba con un diminuto edificio para todo y una única pista de aterrizaje-despegue.
¿Y
qué haces a continuación? Pues eso, encaminarte desesperada hacía
casa imaginando una buena ducha reparadora. Pero mira tú por donde
que a mi, por segunda vez consecutiva, me ha tocado llegar y
encontrarme con que no había energía –y consecuentemente tampoco
agua dado que es suministrada por una bomba eléctrica- En fín, que
tengo mucha suerte y estoy convencida de que estas Navidades sí que
sí, me va a tocar la Lotería
Pero
ya estamos aquí y un mes de ausencia no da para cambios
significativos en el ambiente de Pemba, Nanhimbe,
Wimbe…
a las que aún no ha invadido la exagerada fiebre navideña de
Occidente, seguramente porque estamos en tierra predominantemente de
religión musulmana. Aún así, sí comienzan a verse cada vez más,
con respecto a años pasados, tiras de espumillones, lucecitas y
sencillos arbolitos de plástico, con sus escuálidas varas
soportando un par de bolitas, en los restaurantes y hoteles de la
playa que viven por y para el turismo.
Arbolito y Papá Noel a la entrada de una bar y sonrisa navideña.
La
semana de Navidad-Fin de Año Wimbe se llenará de turistas sobre
todo de Sudáfrica
y de Maputo,
y algún que otro americano despistado de los que trabajan aquí en
Pemba en las concesionarias de extracción de gas natural seguro que
también cambiará su tradicional pavo de Navidad por las langostas,
camarãos,
cangrejos, pulpos, calamares, marisco y pescado a placer que se puede
disfrutar aquí, a precios caros para la población local pero
asequibles para el que está habituado a pagar en dólares o euros.
Gambas, langostinos o como lo llaman aquí sencillamente Camarão, riquísimo.
La
gente local apenas lo consume. Es un lujo del que saben que pueden
sacar el jornal de varios días. Así es que el marisco y pescados
como el Papagayo,
un espectacular pez de carne blanca y finísimo sabor, sencillamente
lo pescan y automáticamente lo venden. Sus comidas, navideñas o no,
se limitarán a los pequeños pescaditos y marisco de roca, sin
salida en el mercado consumidor foráneo.
El pez azul es Papagayo, también los hay rojos, y es especie protegida en otros mares. En Pemba se pesca todos los días.
Y
de eso os quería ilustrar visualmente, de los espectaculares frutos
del mar y del lujo de menú navideño que degustará cualquier
expatriado que pase aquí estas fiestas tan familiares y glotonas. Ya
os podéis imaginar, que a saudade
(nostalgia) con unas cuantas langostas o una buena cazuela de enormes
cangrejos tipo nécoras o con unos camarãos
grelhados ao alho,
pues se hace mucho más llevadera. Lo sé bien bien.
Pies de foto de izquierda a derecha y de arriba abajo:
Las mujeres sacan la molla de un tipo de Marisco que recuerda al mejillón pero en triangulo y color nácar.
Una gigantesca Raya pescada con un sencillo anzuelo y mucha habilidad.
Tiburón recién capturado, que en un plis plas trocearán para su venta.
Tremenda Morena capturada por un pescador de Nanhimbe.
Espectaculares langostas las que sacan por estos lares.
Los niños muestran su recolecta de lo que aquí llaman Marisco, lapas y caracolillos que cogen entre las rocas.
Aún
me acuerdo de mis primeras langostas, las que me zampé como
autoregalo el día de Nochebuena del año pasado que también estaba
por aquí, regadas con un mediocre y carísimo “zumo de uva
fermentada” made in Africa do Sul. Pero esta vez no me va a pillar
el toro –una aprende- y en mi mochila colé bien empacadito un buen
vinito blanco para el que ahora sólo espero tener luz para tomarlo
bien fresquito.
Beijos
a tudos e obrigada por o vosso carinho
Lara
Pemba,
12 de Diciembre de 2012
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