¡Hola
a todos!
Primera
advertencia: lo que os voy a contar hoy, aunque estoy segura de que
será interesante, seguramente entristecerá, escandalizará y hasta
cabreará a más de uno de vosotros al saber de la realidad que
también viven aquí en Mozambique millares de niñas, adolescentes,
mujeres en definitiva, a las que la presión social-cultural de su
entorno les hipoteca de por vida con matrimonios prematuros y/o
forzados.
Segunda
advertencia: las fotografías con las que he decidido ilustrar este
tema pretenden todo lo contrario. Pretenden alegraros, sacaros una
sonrisa y que disfrutéis con la gran belleza, ternura, simpatía y
alegría que son capaces de transmitirnos todas estas niñas,
adolescentes, mujeres cuando las contemplamos con sus peinados afros
o
sus vistosos tocados en la cabeza.
Tercera
y última, consecuencia de la anterior: no tengo constancia de que
ninguna de mis protagonistas fotográficas sufran o vayan a sufrir
una unión marital impuesta.
A
partir de aquí os contaré que desde hace un par de semanas,
exactamente desde el 11 de octubre pasado, con motivo de la
celebración del I
Día Internacional de la Niña,
impulsado por la ONG Plan con el respaldo de Naciones Unidas, aquí
en Mozambique están aflorando informes, datos, artículos de
denuncia sobre una práctica muy arraigada, especialmente en el
entorno rural: los matrimonios de menores.
Mozambique,
según estas informaciones, lidera
a nivel de la región austral de África
la posición de países donde se registran un mayor número de este
tipo de uniones y ocupa el séptimo
lugar a nivel mundial.
Aquí, el 18% de las niñas son casadas antes de los 15 años de
edad, a pesar de que la Convención de los Derechos del Niño dice
que no es legal; llegando hasta el 60% el porcentaje de niñas
menores que se unen o son forzadas a unirse a un hombre antes de
cumplir su mayoría de edad.
De
ellas, el 40% son madres antes de llegar a los 18, con embarazos de
alto riesgo que ponen en riesgo su propia vida. De hecho, se constata
que la principal causa de muerte en adolescentes de entre 15-19 años
son las complicaciones derivadas del parto.
Otra
consecuencia que conllevan estos matrimonios son el inmediato
abandono de la escuela por parte de la niña-esposa. Aquí en
Mozambique, apenas un 1.5% de las mujeres ha llegado a la Educación
Secundaria. La Primaria, que es obligatoria, se terminaría en teoría
en torno a los 14-15 años pero la triste realidad es que muchos
niños y niñas abandonan antes de llegar a 7ª clase y, en el caso
de ellas, dejan de estudiar para casarse o porque se han quedado
embarazadas o porque sus familias consideran que ya han aprendido
suficiente, y ahora les toca asumir el rol para el que han nacido:
ser esposas y madres. Dejando, paralelamente por supuesto, de ser una
carga familiar al iniciar su propia familia, que dependerá ya de por
vida del marido.
Eso
para las menores embarazadas que tienen la “fortuna” de poder
casarse con el padre de su futuro hijo —“suerte” en opinión de
sus familias, del entorno social y cultural; que no en mi opinión,
quiero dejar constancia— . Porque es práctica demasiado habitual
aquí, insisto que sobre todo estos casos se producen en el ámbito
rural, que cuando una menor ha sido agredida sexualmente, el abusador
salda su crimen entregando a la familia de la niña un cabrito y una
cantidad de dinero equis, punto y pelota. A la niña, el fetichero
de la aldea (una mezcla no muy clara entre doctor de medicina
tradicional y brujo) la someterá a “un
rito de limpieza”
y todo olvidado socialmente. El futuro niño, de haberlo, será
responsabilidad de su niña-madre que trabajará o tendrá que hacer
lo indecible para sobrevivir en un entorno de pobreza y miseria
absoluta. Y si esa niña-madre, con el tiempo, logra casarse con otro
hombre, entonces lo que suele acontecer es que ese nuevo hombre
repudiará a ese hijo que no es suyo. Carne de cañón, como suele
decirse.
En
fín, no os voy a hacer más mala sangre, que tampoco era mi
intención. Mi reflexión final es que tomando conciencia de
realidades así, una aún está más convencida de que si queremos
contribuir a cambiar y desterrar todo aquello feo que perjudica a la
infancia y al futuro de este planeta en el que todos habitamos, hay
que apostar por la Educación y por supuesto en la inversión
preventiva en ellas, en las niñas, en las mujeres. No sólo en ayuda
a posteriori para combatir la pobreza. La Educación es prevención.
Y un Derecho Fundamental de todo ser humano.
Até
a próxima
Lara
Pemba,
26 de Octubre de 2012
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